Tuesday, February 10, 2009

ElMonito en vacaciones, Capítulo 5

UN HELADO DE PALITO EN LA PLAZA

Tiempo después, mientras caminaban los dos a la plaza a comprar "un helado de palito", el tío le preguntaría a su querido sobrino títere:
-¿Y qué pasó entonces, mequetrefe?
Y ElMonito le respondería:
-El moutro me empezó a perseguín, querido tío señor Lamordes, pero como estaba tan oscuro el moutro no me podía ver bien, porque era un moutro que no tenía el ojo del diaulo, porque era un moutro ciego.
Y así seguirían conversando, de la manera que se pasa a relatar.
-¿Pero tú lo veías?
-No, tío, porque yo tan bien estaba ciego, o sea que no podía ver pero tenía ojos, tenía los mismos ojos que tengo ahora, pero no podía ver porque estaba oscuro. O sea que estaba ciego, pero por oscuridás, no por ser ciego de verdad, porque estaba ciego de mentira.
-¿Y qué hiciste?
-Me fui derechito tocando la pared de pieira hasta que llegué al final de la pared de pieira donde terminaba el túne. A la salida del túne quedé ciego de nuevo porque cuando miré para afuera había mucha luz. HABÍA DEMASIADO SOL. Entonces no cude ver nada, porque se veía todo blanco. Así que me puse a andar como zombi.
-¿Cómo andan los zombies?
-¡No se haga! Andan así.
-Ja ja ja, ya entiendo. Con los ojos cerrados y los brazos hacia adelante. ¡Has visto demasiadas películas de terror, gaznápiro!
-Pero si es verdá, no es mentira, querido tío señor Lamordes. ¿No ve que si no ando así entonces cuedo chocar con la rama de un árbol que a lo mejor tiene espinas puntudas, entonces una espina puntuda se me cuede clavar en el ojo y descués quedo ciego de verdá, no quedo ciego de mentira?
-Tienes razón... pero sigue, que me interesa.
-Al ratito choqué con una pieira grande, menos mal, porque descués abrí los ojos y vi más o menos. Se veían los colores brillantes, pero no tan claritos, pero descués se veían claritos. ¡Abajo de la pieira había un preciticio!
-No entiendo. Si en el castillo bajaste tantos escalones me imaginé que habías llegado al fondo.
-Sí, tío, pero llegué al fondo del castillo, pero no llegué al fondo de la tierra. ¿No ve que la tierra es más hunda tuavía?
-¿Y qué viste al fondo del precipicio?
-Se veía un río como de culebra flaca.
-¿Y qué pasó?
-Descués sonó un ruido del túne y salió la mano del moutro. ¡Medía como mil kilómetros la mano del moutro! ¡Es verdá, no es mentira! Era una mano de binosaurio gigante con uñas de garras que hacían así. El moutro se reía como el Profesor Taúru, pero no le vi la cara porque me di vuelta para acá para no verle la cara al moutro, así que descués me tuve que tirar al preciticio, pero antes me persiné. ¿Cómo hay que persinarse bien, tío?
-Así.
-Chuta, me persiné al revés, menos mal que no me morí, porque si me muero entonces me voy al infierno, porque me persiné al revés.
-Nadie se podría salvar de un salto así, gusano mentiroso.
-¡Pero yo me salvé, tío! ¿No ve que estoy caminando con zapatillas de verdá, no zapatillas de caláver?
-¿Y cómo te salvaste, se puede saber?
-Es que caí en una roca que había abajo de donde salté, y descués me escondí en una cuevita que estaba atrás de la roca, así que cuando el moutro miró para bajo del preciticio no me vio porque creyó que un puntito que estaba al fondo del preciticio era yo caído, así que descués miró por segunda vez, pero a la tercera vez se aburrió y se entró de nuevo a la cueva oscura, y entonces yo salí del escondite y subí de nuevo al borde del preciticio y tuve que entrar de nuevo a la cueva misteriosa para entrar a buscarlo a usté, ¡porque usté seguía bailando la yenka!
-Ja ja ja, toma tu helado de palito. Te lo has ganado.
-¡Pero si es verdá, no es mentira!

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