Friday, January 14, 2005

ElMonito va al circo

-Tío, lléveme al circo de Las ánguilas humanas.
-Las águilas humanas.
-Eso. Lléveme.
-No puedo. Estoy ocupado.
-¡Pero si ya trabajó! ¡Ya escribió las noticias!
-Me estoy documentando.
-¡Siempre dice lo mismo y yo lo veo que no está tan ocupado, porque está puro leyendo el diraio!
-Eso es estar ocupado. Estar leyendo.
-Estar ocupado es estar haciendo las tareas o estar poniéndose el iniforme o tan bien cuede ser estar ocupado... estar ocupado....
-Ya, calla, títere de poca monta. Ve a tu closet a dormir, que atardece.
-¡No quero, porque yo quero ir al circo de Las ánguilas humanas.
-Las águilas humanas.
-Lléveme.
-No.
-Entonces fregué no más. No voy a poder ir al circo de Las ánguilas humanas. Y justo que yo quería ver los osos que juegan a la pelota y el niño que lo disparan por un cañón de verdá y sale volando por el aire y justo va caer al otro lado del circo, y casi cae encima de la parca del circo, tío.
-¿Dónde viste eso?
-Me lo contaron unos niñitos de la esquina de su casa donde vive usté.
-¿Cuándo te llevé a mi casa?
-El domingo que pasó. ¿Que no se acuerda?
-De veras. Se me había olvidado.
-Entonces ahora lléveme al circo...¶
-... Las águilas humanas.
Tanta insistencia de ElMonito termina por cansar a su tío, quien dobla el periódico, se pone el vestón y toma de la mano al títere. ElMonito salta de alegría. El pobre pasa su vida en el diario, guardado en un closet. Es un milagro que ahora su tío se haya compadecido de él y lo haya decidido sacar a la calle para romper la rutina. En un dos por tres se han subido al Metro y en menos de diez minutos están ante la boletería del circo.
-Empezaron los problemas, masculla el tío.
-¿Por qué? -pregunta El Monito.
-¿Que no ves la tremenda cola?
-Chuta; entonces a lo mejor los vamos a perder el acto principal donde tiran al niñito por el cañón de verdá y va dar al otro lado del circo y casi sale para la calle el niñito, tío.
-Tal vez. ¡Hummm, diablos!
Los minutos pasan y la fila avanza lentamente. El tío ahora reclama porque hace frío. Finalmente llega a la ventanilla.
-Un adulto.
-¿Me está comprando entrada de grande, tío?
-¡Calla, animalejo!
-¡Pero compró una sola entrada! ¡Quere decir que me va dejar afuera!
-¡Guarda silencio! Ven conmigo y no hables.
-¿Para qué?
-Cuando lleguemos a la entrada te pasas por debajo mientras yo muestro el boleto.
-¡No, porque me da vergüenza!
-No tienes otro camino. Ya vamos llegando.
-No quero, tío.
-Ahora, pásate.
El tío muestra su boleto e ingresa. En el tumulto, su sobrino se le pierde.
-¡ElMonito, dónde estás!- le grita, pero nadie responde y la gente lo empuja hacia la carpa. El Monito, en tanto, ha caído en las manos del mortal De Lezna, quien lo conduce al instante al carromato del siniestro doctor Cao de Nanjing. Una vez allí, abre la puerta y lo arroja hacia adentro. El maléfico chino abre los ojos y exclama:
-¡Otlo niño tonto que quelel pasal glatis al cilco!
De Lezna, quien se gana la vida esperando momentos como éste, para arrojar ácido a la cara de los infantes y deformarles el rostro, echa su mano al frasco que guarda siempre en el bolsillo para proceder, pero su jefe lo detiene.
-Dejal títele conmigo, De Lezna, polque palece que tenel colazón goldito.
Cada loco con su tema, piensa De Lezna, y se retira. Dentro del carromato, el doctor Cao se dispone a sacarle el corazón a ElMonito para devorárselo y así poder seguir viviendo. El pequeño tirita de susto.
-¡Tío señor Lamordes! ¡Estoy preso por un dostor que se llama el dostor Cao de Nanllín!
El doctor Cao ríe y se enfurece.
-¡Glital más fuelte, polque afuela no escuchal nadie! ¡Glital! ¡Glital!
-¡Tío, ayúdeme!
Realmente, los gritos de ElMonito se pierden entre las voces de algarabía. El doctor Cao se sube las mangas y ya canta victoria. Mientras se prepara para la tenebrosa operación, entona una vieja canción inventada en su niñez:
El doctol Cao de Nanjing, viene a sacal el colazón, cuiden a sus niños pol favol, pues de lo contlalio molilaaaan...
Cuando se acerca a la silla donde está sentado ElMonito lo mira a los ojos y acerca su mano derecha. Sus garras se le clavan en el pecho y la mano comienza a introducirse hasta tocar el pequeño corazón, que palpita de angustia.
-¡Ayyyy! ¡No me saque el corazón, dostor Cao de Nanllín! -grita, horrorizado.
El doctor palpa el órgano con la mano.
-Sacal colazón con venas y altelias -amenaza.
ElMonito casi desfallece. Siente cómo las garras aprietan y sueltan, hasta que de pronto nota una mirada de molestia en el chino. Las garras se retiran, vacías.
-No tenel nada de calne. Estal inmadulo -se lamenta.
Pero la pesadilla no ha finalizado. El doctor Cao se levanta y llama a De Lezna. Antes, le comenta al títere:
-¡Suflilás pol paltida doble! ¡Y después vendlá un ejélcito de latas y te comelá las patas!
-Ay, no dostor Cao de Nanllín -suplica ElMonito- porque no me lavé los pies, porque ando hace como tres días con las zapatillas. Entonces las ratas cueden dormirse y descués se las cueden comer los gatos, ¿no ve?
De Lezna llega a la puerta y pregunta:
-¿Lo de siempre?
El chino le contesta con una reverencia. ¡La reverencia de la muerte! El esbirro desaparece con ElMonito, tras unas cortinas.
En el circo, todo es alegría y novedad, pero el tío no se fija en la pista, sino que dirige sus miradas hacia los palcos, tribunas y galerías. Casi llora de ansiedad.
-¡Por qué seré tan descuidado con el pobre títere! -se lamenta- ¡Por qué lo trataré tan mal!
Pero la vida no se arregla con lamentos y en el intermedio recorre el circo completo, por dentro y fuera, sin dar con él. Contempla con tristeza cómo los niños se abrazan a sus padres, cómo les exigen bebidas, golosinas, y cómo los mayores, aún los más humildes, los consienten.
-Si lo encuentro seré como un padre para él -se promete a sí mismo.
La orquesta llama a proseguir la función, que se inicia con un show del payaso Gondolita y una prueba de malabarismo de Matillitas, el Gusanómeno del Círculo. Humberta, la Mujer de Plástico, hace maravillas en el trapecio y los osos se lucen jugando a la pelota. Ha llegado la hora del número estelar, a cargo del profesor Fumarola. Dos hombres arrastran un pesado cañón y lo colocan en un extremo de la pista. El público enmudece y los niños se tapan la vista con las manos cuando arriba, casi rozando la carpa, se enciende un aro, por el cual pasará una persona que será disparada desde el cañón.
El profesor Fumarola mide la distancia y calcula el ángulo. Cuando acerca el fósforo a la mecha aparece la cabeza de El Monito desde adentro del cañón.
-¡Tío, sálveme! -grita.
-¡ElMonito! -exclama su tío, en la galería.
La gente lo mira, extrañada. Los padres tranquilizan a sus hijos y les explican que eso es parte del espectáculo.
-¡No dispare! -grita el tío.
El público está hipnotizado, mirando el cañón.
El fósforo toca la mecha.
-¡Booooom! -suena el disparo.
ElMonito se eleva por los aires y pasa medio a medio del aro en llamas, atraviesa volando la pista y va a dar a la galería... ¡justo a los brazos de su tío!
El público aplaude de pie y felicita al profesor Fumarola, quien saluda y se retira. El títere casi no puede hablar.
-Menos mal que me salvé -dice, con voz bajita.
-Ya estás en mis brazos y nunca más te voy a dejar solo, lo consuela su tío, nervioso.
-¿No ve que eso me pasó porque usté me dijo que me calara y no me quiso comprar la entrada, entonces descués llegó un señor malo y me llevó al carro de otro señor malo que es un chino que se llama el dostor Cao de Nanllín...?
-Pero el doctor Cao de Nanjing no es malo, ElMonito. Es el mago del circo.
-¡Es malo, tío! ¡Me quería sacar el corazón!
-Qué ridiculeces dices.
-¡Es verdá, no es mentira!
-Tú y tus fantasías infantiles. Míralo, ahí está.
El doctor Cao se mueve con maestría en la pista. Inventa unas palomas en una jaula vacía y rocía de perfume oriental el ambiente, mientras una música de flautas le da un cariz misterioso a la escena. Los niños aplauden al chino, quien se despide con una reverencia.
-¡Mire, tío, esa es la reverencia de la muerte! ¡Es la misma reverencia que le hizo al otro señor malo que me quería echar fuego en la cara por un tubito de vidrio!
El espectáculo ha terminado. Ambos caminan hacia la calle.
-¡Ese es el otro señor malo, tío! ¡Ese que está ahí!
-Calla, tonto. Es un simple guardia del circo. Mira, nos saluda amablemente. Dile buenas noches.
-¡Pero si es malo!
-¡Saluda, animal!
-No quero.
-Saluda. Sé educado. ¡Vamos!
-Buenas noches, señor... malo.
-Buenas noches, títere, buenas noches. ¿Te gustaría conocer el circo? ¡Ven con tu tío, acompáñame!
-¿Está más loco? Ni tonto, porque usté me quería echar fuego en la cara con un tubito.
-Sé educado con el guardia, ElMonito. Entremos un momento.
-¡No! ¡Quero ir a su casa con usté!
-¡Al closet te llevo ahora mismo, por desobediente!
El tío se dirige al guardia, antes de marcharse.
-Discúlpelo, por favor. Es que tiene sueño y está cansado. Así son los niños.
Una vez sentados en el Metro, con tantas emociones vividas, ElMonito se duerme profundamente en los brazos de su tío. Ya no le importa dónde pasar la noche, si en un closet o en una casa. Su sueño es muy profundo.
Apenas siente cuando lo depositan en una blanda cama y le dan un beso. Apenas esboza una sonrisa de placer... al continuar durmiendo.

1 comment:

Thérèse Bovary said...

Estoy leyendo tus historias antiguas ElMonito para conocerte mejor, porque me tienes subyugada y fascinada.

Tal vez no entiendas esas palabras pero preguntarle a tu tío que sabe tantas cosas, más que toda la gente junta.

besitos

El Monstruo del 18 de Octubre

-Tío... -Qué. -Dicen en el matinal de Megavisión que mañana va llegar el Moutro del 18 de Ostubre . -Te dije que no vieras los matinales. -...